¿Es el optimismo real, o simple charla barata?

Si te preguntan si prefieres estar en compañía de una persona optimista o de una pesimista, muy probablemente elegirás al optimista. Las personas que ven la parte positiva de la vida, que mantienen la confianza en que las cosas al final saldrán bien a pesar de los contratiempos, tienen la curiosa virtud de contagiarnos ese optimismo aunque nosotros no poseamos esa naturaleza. Pero, ¿nunca te has preguntado si este optimismo nace de una confianza real de que las cosas al final saldrán bien, o es una mera impostura destinada a intentar atraer los buenos resultados sólo por medio de este “pensamiento positivo”?

Si le echas un vistazo a lo que la literatura científica dice sobre el tema, parece haber abundante evidencia sobre la existencia del optimismo, pero hay varias razones que llevan a cuestionarse de dónde nace realmente:

– Podría tratarse de un falso optimismo destinado a aumentar nuestra motivación (¿cuántas veces tendremos que repetir “eres el mejor” delante del espejo para subirnos la moral a nosotros mismos antes de esa importante entrevista de trabajo?).

– Como ser optimista no cuesta nada, podría ocurrir que las personas prefieran comportarse de manera optimista aunque racionalmente no crean en ello. Entre ser optimista y ser pesimista, parece que la opción más lógica es tirar del optimismo, ya que no cuesta dinero y no nos produce una desazón continua (algo que sí ocurre con el pesimismo), mientras nos permite vivir considerablemente más felices.
Imagina (si no te resulta demasiado difícil por tus aficiones actuales) que eres un hincha del Athletic de Bilbao. Te encuentras en la calle, sumido en el ambiente previo a un partido importantísimo. Ante la pregunta de quién va a ganar la final de la Copa del Rey contra el Barcelona, respondes sin dudar un segundo que tu equipo ganará. Ahora párate a reflexionar sobre esta respuesta. ¿Crees que esta predicción es genuina? ¿No podría ser que racionalmente no creas ni por asomo que el Athletic ganará, pero no te cuesta nada ser leal a tu equipo? A esto nos referimos cuando hablamos del bajo coste de la conducta optimista, que puede potenciar un optimismo no tan real, por ser la mejor alternativa entre las posibles.

Ésta última opción es la crítica fundamental que recoge un grupo de investigadores de la Universidad de Pennsylvania, que pretenden explorar si el optimismo existe realmente y no es mera charla barata (1). Los autores parten de la premisa de que los incentivos en todos los estudios anteriores sobre optimismo eran bajos, y que los resultados podrían modificarse si se les ofreciera a los participantes una recompensa más alta. Volviendo a tu papel como hincha del Athletic, imagina por un momento que te ofrecen 5€ si aciertas qué equipo ganará la final. Lo más probable (según nos dice la investigación) es que mantengas tu predicción optimista de que ganará tu equipo. Pero, ¿y si te ofreciesen 50€? ¿Seguirías apostando por el Athletic mostrando tu optimismo, o por el contrario tratarías de ser más realista para conseguir el premio?

Exactamente esto fue lo que puso a prueba el equipo de la Universidad de Pennsylvania, pero basando las preguntas en el fútbol americano, caracterizado por un juego físico muy intenso y complejas estrategias. Si el optimismo resultaba ser mera charla barata, un incentivo de 50$ debería bastar para eliminarlo. Los investigadores realizaron una encuesta por Internet en la que participaron 1153 personas, que respondieron a varias preguntas sobre sus equipos preferidos para la Super Bowl y aportaron varios datos demográficos. El objetivo de estas preguntas era saber qué personas eran hinchas de qué equipos, y así dividir la muestra de participantes en un grupo de “partidarios o hinchas” y un grupo de neutrales. De esta forma, los investigadores podrían pedir a los participantes que predijeran el resultado de un partido en el que jugase o bien su equipo favorito, o bien otro equipo por el que no tuvieran ninguna preferencia. Cada uno de los dos grupos (hinchas y neutrales) se dividió a su vez en otros dos, uno con una baja recompensa (un regalo de 5$ en Amazon), y otro con alta recompensa (un regalo de 50$ en Amazon). Los investigadores también tuvieron en cuenta que seguía cabiendo la posibilidad de que el incentivo fuera demasiado bajo, así que tomaron otras medidas destinadas a asegurar la relevancia de los datos:

a)      Probabilidad subjetiva: ¿Cuál crees que es la probabilidad de que el equipo A gane al equipo B? Se medía en una escala de 0 a 100.

b)      Sorpresa: ¿Estarías más sorprendido si el equipo A ganase al equipo B? En una escala de 1 a 7, siendo 7 totalmente sorprendido.

c)      Ajuste de la predicción: ¿Cuán motivado estás a hacer una predicción ajustada? De 1 a 7, siendo 7 extremadamente motivado.

d)     Estrategia: ¿Cuál de estas estrategias explica mejor el porqué de tu decisión?

– Realmente creo que ganará.

– No creo realmente que gane, pero quiero que gane.

– No creo realmente que gane y además quiero que pierdan.

– Sólo trato de adivinar, porque no tengo ni idea de cuál va a ganar.

Con estas preguntas los investigadores conseguían extraer el grupo de los “verdaderos creyentes”, aquellos participantes que en a) habían contestado más de un 50%, en b) se mostraban más sorprendidos si su equipo perdía, en c) estaban extremadamente motivados (un 7) y en d) la estrategia que decían usar era que realmente creían que su equipo ganaría. También tuvieron en cuenta que los hinchas de los equipos grandes por lógica debían tener más confianza en ganar que los hinchas de los equipos pequeños.

Los resultados indicaron que el 78% de los hinchas predijeron que sus equipos ganarían, tanto en la condición de alta como de baja recompensa. El lector que quiera ver con detalle las gráficas y los datos encontrará el enlace al artículo original abajo, pero en resumen, los resultados apoyan fuera de toda duda que, aunque parezca contraintuitivo, el optimismo es real y no mera cháchara que desaparece cuando entra en juego una recompensa alta. Al mismo tiempo, este estudio sí que indica que los participantes fueron ligeramente menos optimistas con el incentivo de 50$ que con el de 5$, especialmente en aquellos que apoyaban a equipos pequeños. ¿Pensáis que si la recompensa fuese de, por poner un ejemplo desorbitado, 50000$, los resultados seguirían siendo los mismos?

Algún día tendremos tiempo de averiguarlo. O quizás no. Viendo el panorama desolador que se nos avecina, aquí no va a quedar dinero ni para pipas. Para no caer en la trampa del pesimismo, terminaremos aquí con una cita del gran H. G. Wells que a buen seguro conseguirá animarnos:

“Si a fin de cuentas, su optimismo resultara injustificado, al menos habría vivido de buen humor”

Referencias:

  1. Simmons, J. P., & Massey, C. (2012). Is optimism real? Journal of Experimental Psychology: General. Forthcoming. Available at SSRN: http://ssrn.com/abstract=1895624 or http://dx.doi.org/10.2139/ssrm.1895624

Acerca de Nerea Ortega

Actualmente trabajo en el Laboratorio LabPsico de la Universidad de Deusto, dedicado al estudio de los mecanismos de aprendizaje humano. Desarrollo mi tesis doctoral principalmente en el campo de razonamiento causal, y en el área del olvido y la memoria, pero también investigo sobre Internet como metodología válida para hacer investigación, cognición, realismo depresivo y otros temas relacionados con el aprendizaje humano.
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13 respuestas a ¿Es el optimismo real, o simple charla barata?

  1. Pablo Cueva dijo:

    La verdad es que me interesa mucho este tema y además me he visto «tocado» por la referencia al Athletic. Tengo idea de escribir algo más extenso pero hago dos pequeños adelantos:

    1.- Este post que perece venir como anillo al dedo para complementar lo aludido en el artículo y que me encantará compartir: http://entrenando-emociones.blogspot.com.es/2012/05/desilusion-derrota-del-athletic-club-en.html.

    2.- Un adelanto sobre que mi postura en esta dialéctica está orientada a los trabajos de Maria Dolores Avia y Carmelo Vazquez sobre el optimismo inteligente. http://www.psicologia-positiva.com/libro1.html

    Un saludo

    Pablo Cueva

  2. Buenas Tardes!

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  3. Habría que (re)definir el optimismo. Pero si es la sensación de que las cosas se arreglarán a nuestro favor, es decir una emoción, está situada en la capa límbica de nuestro cerebro. Entonces conviene preguntarse en qué medida el traspasarlo a la capa cognitiva consciente del neocórtex (metiendo dinero de por medio e impulsando a un razonamiento con las preguntas) permite realmente analizarla.
    Se puede explicar a un@ de que no hay que tenerles miedo a las culebras, y con dinero de por medio, no dudo de que consigamos que vari@s encuestad@s que les tenían pánico se declaren sus nuevos amigos. Pero habrá que ver si son capaces de sacar culebras de la cesta y jugar con ellas para saber si el razonamiento ha desenmascarado una falsa emoción, o si es la respuesta cognitiva que es fingida.
    Está claro que en determinadas circunstancias, un razonamiento puede esconder una emoción, pero ¿significa esto que la emoción no existe y era una farsa?

  4. Nerea Ortega dijo:

    En cuanto a lo que dices, por mi parte, no hablaría de neocórtex o sistemas límbicos, creo que todo es mucho más sencillo. ¿A mayor recompensa racional/monetaria menor emocionalidad? Parece que sí. Es simplemente reemplazar una recompensa con otra. Estoy segura de que funciona en las dos direcciones, si la recompensa emocional es enorme desplaza a la racional y se verían el triple de optimistas. No implica que una sea fingida si priorizamos la otra, ambas coexisten y uno decide en función de un ámbito u otro supongo que en función de la ganancia percibida.

  5. Pensemos en el optimismo como una actitud, interiorizamos esta actitud en base a nuestras experiencias y la de los que nos han influido. Somos optimistas cuando creemos que las cosa nos van a ir bien, y fijamos nuestra atención en las confirmaciones. Por oposición los pesimistas hacen lo mismo.
    En el fondo optimista es el que desea observar el camino entre los obstaculos, pesimista el que solo ve obstaculos. Como dice un antiguo proverbio, «quien teme sufrir, ya sufre el temor». Y eso no se sitúa, a mi parecer en ninguna área específica del cerebro, es una interconexión de muchas áreas la que genera la actitud…

    Gracias por hacerme pensar

  6. Psicologos dijo:

    Muy interesante !

    Un gran post !

  7. Sandra dijo:

    Hola
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  8. Muy interesante el artículo. Opino que lo mejor es un «optimismo realista», es decir, creer que las cosas irán bien pero basándote en datos empíricos en la medida de lo posible. Se trataría de integrar la racionalidad con el aspecto más emocional. Demasiadas veces personas que se definen como optimistas en realidad lo usan como forma de negar los problemas y, por tanto, no tener que aplicar soluciones. Me viene a la mente un político español reciente (aunque podría aplicarse esto a la mayoría de ellos).

  9. Nerea Ortega dijo:

    Totalmente de acuerdo, hay que saber separar la percepción de la realidad tal cual es con la interpretación que se le imprima. Negarlo todo y empeñarse en que todo va sobre ruedas no solo es ineficaz, es peligroso. Gracias por comentar.

  10. Nihil dijo:

    El término «pesimista» lo inventaron los «optimistas» para descalificar a los «realistas», por la rabia que les produce que pongan en evidencia la incapacidad que tienen dichos «optimistas» para un auténtico sentido crítico que les permita aceptar la crudeza de las cosas. Porque, claro, es más fácil la negación y la descalificación de los realistas, que asumir la responsabilidad que se tiene por ese estado de cosas, y el esfuerzo que implicaría modificarlas…

  11. Javier dijo:

    Muy interesante el artículo, felicitaciones.

  12. Nerea Ortega dijo:

    Muchas gracias Javier!

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