Resumen de nuestros experimentos sobre ilusiones causales y sobre cómo reducir el impacto de la pseudociencia

Pulseras milagrosas, medicamentos alternativos que la gente cree que funcionan pero que son un auténtico timo, cada vez se venden más remedios que sin ninguna base científica y con total impunidad se están introduciendo en nuestra sociedad. ¿Por qué parece que funcionan?

Desde hace ya muchos años se han realizado en laboratorios psicológicos de todo el mundo numerosos experimentos sobre cómo las personas percibimos las relaciones causa-efecto, y también sobre supersticiones e ilusiones causales (p. ej., Allan y Jenkins, 1983; Langer, 1975; Shanks y Dickinson, 1987; Wasserman, 1990; Wright, 1962). Esto nos permite tener actualmente teorías bastante precisas sobre cómo funciona la mente humana a la hora de asociar causas y efectos en situaciones en que la causalidad es real y también cuando es ilusoria (es decir, cuando no existe pero las personas creen percibirla); tanto que, si simulamos estas teorías en un programa de ordenador y dejamos que el programa aprenda a asociar causas y efectos como lo hacemos los humanos y los animales, el programa (o robot) acabará desarrollando también supersticiones e ilusiones causales (Matute y cols., 2007).

Recientemente hemos publicado algunos posts relacionados que quizá convenga leer antes que este (“Superstición y método científico” y “¿Por qué somos supersticiosos?”), pues clarifican algunos conceptos. Lo que aquí quisiera presentar es un resumen de algunos de los experimentos que hemos realizado sobre este tema en nuestro propio equipo de investigación, Labpsico.

En los experimentos psicológicos sobre supersticiones e ilusiones causales lo que interesa averiguar es, independientemente de cómo se transmita después culturalmente la superstición, cómo se generan inicialmente las creencias supersticiosas y las ilusiones de causa-efecto; en qué circunstancias es más fácil llegar a desarrollar creencias falsas del tipo de “A causa B”, o “para conseguir B, lo que hay que hacer es A”, y en qué situaciones se mantienen y fortalecen ese tipo de creencias que luego, a veces, serán transmitidas culturalmente a otras personas que también las adoptarán como ciertas.

En los experimentos sobre ilusiones casales se utilizan normalmente varias versiones diferentes de un mismo programa de ordenador. Las versiones pueden diferir en el número, la frecuencia, la intensidad, la duración o la probabilidad de ocurrencia de determinados eventos que los voluntarios que participan en el experimento intentan conseguir (p. ej., pueden ser premios en un marcador, o la curación de un enfermo ficticio en un videojuego, o la finalización de un pitido, es decir, algo que el voluntario desea conseguir).

Los eventos deseados están programados para ocurrir en el ordenador siguiendo una secuencia que a veces depende de lo que haga el participante pero a veces es independiente de lo que éste haga. Sin embargo, y dado que el participante está tratando de conseguir los premios, cada vez que estos ocurren suelen coincidir con algo que el participante acaba de teclear, de modo que aunque no dependa de su conducta a menudo tenderá a asociar ambos eventos y a creer que la ocurrencia del premio se debe a lo que él acaba de teclear (ya sea el número 377 o el 18 o la barra espaciadora seguida por ctrl y enter… o vaya usted a saber). Es lo que se denomina normalmente ilusión de control (cuando es la propia conducta del sujeto la que éste percibe erróneamente como posible causa), o, de manera más genérica, ilusión de causalidad (cuando es un agente externo, por ejemplo, un curandero, el que parece que está causando la mejoría del enfermo ficticio en el videojuego).

Estas ilusiones de causalidad son como las ilusiones ópticas, se dan en todas las personas ante determinadas circunstancias. No es cuestión, al menos en principio, de ser más o menos inteligente o de tener tal o cuál tipo de personalidad (Wiseman y Watt, 2006). En determinadas situaciones todas las personas desarrollamos ilusiones causales basadas en coincidencias, y sólo el estar alerta y conocer a fondo este tipo de sesgos y errores que produce nuestro cerebro puede ayudarnos a mantenernos relativamente a salvo. La ilusión causal es en realidad un efecto colateral de la capacidad de aprender, y por tanto, cualquier ser con capacidad de aprender y de establecer conexiones entre eventos, incluso una paloma, o un robot, es en principio vulnerable (Matute y Vadillo, 2012).

En nuestro laboratorio hemos realizado numerosas variantes de estos experimentos en multitud de ocasiones y el resultado es claro y robusto: cuando dos eventos coinciden la gente tiende a pensar que la relación es causal, y además, el efecto se intensifica cuando tanto la posible causa como el posible efecto ocurren con elevada frecuencia (véase Blanco y cols., 2011; Matute, 1996; Vadillo y cols., 2011).

La buena noticia es que también hemos comprobado que existe al menos una estrategia efectiva para lograr que los voluntarios de los experimentos se den cuenta de que no es el número 3726, y tampoco el 23, o la tecla “enter”, o la pulsera que se han puesto, lo que causa la finalización del pitido o el aumento de puntos en el marcador. Si les pedimos que no hagan nada en la mitad de los intentos, que de vez en cuando se limiten a observar lo que ocurre cuando se quedan quietos, entonces sí se dan cuenta de que la finalización del pitido o el aumento de puntos están programados de antemano y que no dependen de ellos. En este caso no muestran conducta supersticiosa ni ilusión de control (Matute, 1996). En otras palabras, pedir al participante que realice la conducta supersticiosa con menos frecuencia, de modo que pueda comprobar por sí mismo que es absolutamente superflua, es una buena estrategia para reducir la superstición y las ilusiones de causalidad.

Esto es algo que las autoridades sanitarias y de consumo podrían en principio explotar a la hora de luchar contra las pseudociencias y las supersticiones en la sociedad. No obstante, habría que tener mucho cuidado porque la evidencia también nos está indicando que esta estrategia podría no ser suficiente para convencer a las personas que no se atreven a probar por sí mismas qué ocurre cuando no se ponen la pulsera o no toman las hierbas que les receta el curandero. En esos casos necesitamos recurrir a algunas tácticas adicionales.

En uno de nuestros últimos experimentos hemos puesto a prueba una estrategia complementaria para poder llegar a estas personas que no se atreven a experimentar directamente los efectos de no realizar la conducta supersticiosa. Si la persona no quiere arriesgarse a dejar de tomar el brebaje, o a dejar de ir a la consulta del curandero lo que podemos hacer es mostrarle casos de personas que no han seguido ese tratamiento y han mejorado igualmente. Todos podemos aprender de la experiencia de otros. No tanto como cuando aprendemos en cabeza propia, pero al menos tenemos por dónde empezar. En los experimentos en que mostramos en la pantalla del ordenador casos de personas ficticias que se atreven a no ponerse la pulsera o a no tomarse el brebaje y se curan igualmente se reduce la ilusión de causalidad que suelen desarrollar los participantes. Y esto sí es algo que se puede explotar fácilmente en campañas contra la irracionalidad.

De hecho, la publicidad pseudocientífica de los productos milagro suele mostrar siempre casos de personas que han tomado el producto y se han curado (o les ha tocado la lotería). Cuando mostramos este tipo de coincidencias  positivas a los participantes de los experimentos, la mayoría de ellos desarrollan en el laboratorio la ilusión de que el producto es eficaz. Los vendedores de pseudociencia saben sacar buen partido del efecto coincidencia. Sin embargo, si a estas coincidencias positivas añadimos también casos de personas que se han curado sin tomar el producto o que han superado el examen sin llevar la pulsera, la ilusión de efectividad disminuye significativamente (Matute y cols. 2011; Vadillo y cols., 2011)

Sería bueno, por tanto, exigir a la publicidad de productos sin base científica que mostrara todos los datos. No sólo los de las personas que se curan con el producto, sino también los casos de las personas que superan la dolencia sin hacer nada o tomando un medicamento falso, un placebo. Es terriblemente engañoso mostrar al público sólo las coincidencias. Tendría que estar prohibido.

Referencias

Allan, L. G., & Jenkins, H. M. (1983). The effect of representations of binary variables on judgment of influence. Learning and Motivation, 14, 381–405.

Blanco, F., Matute, H., & Vadillo, M. A. (2011). Making the uncontrollable seem controllable: The role of action in the illusion of control. Quarterly Journal of Experimental Psychology, 64 , 1290-1304.

Langer, E. J. (1975). The illusion of control. Journal of Personality and Social Psychology, 32, 311–328

Matute, H. (1996). Illusion of control: Detecting response-outcome independence in analytic but not in naturalistic conditions. Psychological Science, 7, 289–293.

Matute, H., & Vadillo, M. A. (2012). Causal learning & illusions of control. In N. M. Seel (Ed.), Encyclopedia of the sciences of learning: SpringerReference. Berlin, Heidelberg: Springer Verlag.

Matute, H., Vadillo, M. A., Blanco, F., & Musca, S. C. (2007). Either greedy or well informed: The reward maximization – unbiased evaluation trade-off. In S. Vosniadou, D. Kayser, & A. Protopapas (Eds.), Proceedings of the European Cognitive Science Conference (pp. 341–346). Hove: Erlbaum.

Matute, H., Yarritu, I., & Vadillo, M. A. (2011). Illusions of causality at the heart of pseudoscience.British Journal of Psychology, 102, 392-405.

Shanks, D. R., & Dickinson, A. (1987). Associative accounts of causality judgment. In G. H. Bower (Ed.), The psychology of learning and motivation, (Vol. 21, pp. 229–261). San Diego, CA: Academic Press.

Vadillo, M. A., Musca, S. C., Blanco, F., & Matute, H. (2011). Contrasting cue density effects in causal and prediction judgments. Psychonomic Bulletin & Review, 18, 110-115.

Wasserman, E. A. (1990). Detecting response-outcome relations: Toward an understanding of the causal texture of the environment. In G. H. Bower (Ed.), The psychology of learning and motivation (Vol. 26, pp. 27–82). San Diego, CA: Academic Press.

Wiseman, R., & Watt, C. (2006). Belief in psychic ability and the misattribution hypothesis: A qualitative review. British Journal of Psychology, 97, 323–338.

Wright, J. C. (1962). Consistency and complexity of response sequences as a function of schedules of noncontingeny reward.

Acerca de HelenaMatute

Catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto, en Bilbao. Investigo sobre la mente humana, sesgos cognitivos, y relación entre humanos y tecnología (internet; inteligencia artificial). Autora de "Nuestra Mente Nos Engaña". BLOG: http://helenamatute.wordpress.com/ EMAIL: matute(at)deusto.es
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12 respuestas a Resumen de nuestros experimentos sobre ilusiones causales y sobre cómo reducir el impacto de la pseudociencia

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  6. nana dijo:

    Muy interesante el artículo y espero también echarle un ojo a las referencias, de hecho, gracias por incluirlas.

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  10. Es muy difícil explicar muchas veces porque las personas se aferran a creencias o falsas experiencias y les atribuyen veracidad y poder, y lamentablemente crean nuevas conductas a partir de esto con pésimos resultados, partir por cambiar las creencia o al menos ponerlas en duda es un camino que felicita el cambio a conductas positivas. Buen artículo, muchas gracias

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